Pablo García Ureña
Introducción
La cultura y el arte en el siglo XIX
puede resultar un tema sumamente adecuado para complementar el temario de
historia de 4º de la ESO, puesto que atendiendo a los avances científicos y a
las distintas manifestaciones culturales y artísticas, estamos otorgando un
sentido más completo al resto de contenidos. La realidad es que estos
contenidos, reflejo en cada caso de un contexto social, político y económico
concretos, se encuentran estrechamente ligados con los distintos apartados del
currículo de la asignatura, aunque, como veremos, los libros de texto adoptan
en ocasiones posiciones que distan de este planteamiento.
Cultura y arte en el siglo XIX, y su
tratamiento en los libros de texto
Previamente a analizar el desarrollo
de este tema en los libros de texto, debemos atender a qué nos dicen el Real
Decreto y el Decreto autonómico al respecto. En el Real Decreto 1621/2006 (BOE
5 de enero de 2007) simplemente encontramos en el bloque 2 de los contenidos de
4º de la ESO, titulado “Bases históricas de la sociedad actual”, el siguiente
epígrafe: “Arte y cultura en la época contemporánea”. Es en el decreto
autonómico, en el caso de la Comunidad de Madrid el Decreto 23/2007, en el que
se desarrolla algo más este tema en cuanto a contenidos, puesto que dentro del
epígrafe “Arte y cultura en el siglo XIX” se incluyen referencias a la ciencia
en el siglo XIX, las manifestaciones culturales y la influencia de la prensa, y
los movimientos artísticos.
En todo caso, veremos cómo los
libros de texto interpretan y desarrollan los contenidos que podrían ser
incluidos en este tema de un modo particular. Los libros analizados han sido
los de la editorial Vicens Vives (García Sebastián, 2004) y Santillana (Grence
Ruíz, 2012).
En ambos, los contenidos
relacionados con el arte y la cultura del siglo XIX se van a distribuir por
distintos capítulos del libro, siempre dentro de un apartado final escaso en
extensión. En lo que difieren Vicens Vives y Santillana es en lo que entienden
que debe estar incluido dentro de este tema, aunque se encuentre desperdigado
por el resto de temas del libro. Vicens Vives sólo va a atender a los
movimientos artísticos, de un modo muy escueto y sin atender a todos los que
son considerados como fundamentales. Santillana en cambio mostrará una mayor
diversidad de contenidos al referirse además de a las artes plásticas, a otras
expresiones culturales como la literatura o la música, tratando de conectar en
algún caso con los contenidos de historia del resto del libro.
Vicens Vives, como se había indicado
anteriormente, sólo dedica algo de espacio a los movimientos artísticos, de los
cuales va a tratar el romanticismo y el realismo al final del tema 6,
Liberalismo y nacionalismo; y el arte en el cambio de siglo en el tema 10, La
época del imperialismo.
Al Romanticismo le dedica Vicens
Vives media página, siendo como no puede ser de otra manera, muy simplificador.
Las características enumeradas sólo son aplicables a la pintura, y faltan ejemplos
que las ilustren. Este movimiento es definido “por el amo a la libertad, la
exaltación del individuo, la defensa de los sentimiento y el gusto por la
naturaleza y por sus culturas populares”. En ese punto habría que precisar lo
que implica de ruptura frente al arte clásico y sus valores eternos y absolutos
(idea de belleza, canon) con la entrada de la subjetividad y de nuevas
categorías estéticas. Se citan artistas como Gericault, Delacroix o Friedrich,
pero faltan obras que los representen y otros artistas igual de relevantes.
En cuanto al Realismo, Vicens Vives
sitúa su inicio a mediados del XIX y lo define en oposición al Romanticismo:
“los artistas realistas se interesaron, frente al idealismo de los románticos,
por conocer la realidad concreta de su época y describirla (…) la gran
diferencia residía en los temas que trataba: la representación de la vida
cotidiana, los problemas sociales de la industrialización…”. Se citan artistas
como Millet y Courbet, pero de este último no hay ejemplo. El problema es que
se dejan fuera artistas como Daumier o Corot, y se puede plantear el
interrogante de si sólo podemos hablar de realismo en Francia. En realidad, se
podría recurrir a artistas de distintas procedencia para ilustrar temas como la
guerra civil americana y el esclavismo (W. Homer, T. Eakins) o la hambruna de
finales de los 40 en Inglaterra (G. F. Watts), por citar algunos ejemplos.
Respecto al arte en el cambio de
siglo, Vicens Vives dedica media página para el modernismo, otra media para la
arquitectura funcional, y una para lo que denomina como “quiebra del arte
figurativo”. El modernismo va a ser fechado a partir de 1890, siendo descrito
como una explosión de libertad en la que predomina el dominio de la línea
curva, la inspiración en las formas de la naturaleza y la ornamentación
abundante. En este punto habría que incidir en la importancia de materiales
como el hierro, que si bien se utilizó con anterioridad, con el modernismo no
se oculta y adquiere una intención expresiva, aunando forma y función y
anticipando en cierto sentido algunas de las características del movimiento
moderno arquitectónico. En el apartado dedicado a la arquitectura funcional sí
que se citan los nuevos materiales (hierro, hormigón, acero…) en relación a la
idea de funcionalidad, incluyendo una fotografía de un edificio de Sullivan y
otra de la Torre Eiffel. En cuanto a la quiebra del arte figurativo, en una
página se pretende explicar el impresionismo, el postimpresionismo, la
abstracción, el fauvismo, el cubismo y el futurismo. Evidentemente es una tarea
imposible, y se reduce a una lista de movimientos y artistas.
Santillana va a prestar una mayor
atención a los contenidos que pueden ser incluidos dentro de este tema. Si bien
van a dominar también los apartados dedicados a los movimientos artísticos,
como continuación de estos también encontramos referencias a la literatura y la
música. La prensa será tratada en Santillana a partir de ejercicios sobre la
publicidad o las caricaturas políticas, como veremos a continuación. En el tema
1, “El siglo XVIII”, se incluye un apartado final para tratar el Rococó y el
Neoclasicismo; en el tema 2, “Las revoluciones políticas”, encontramos otro
apartado en el que se analiza la relación entre arte y política; en el tema 3,
“Las revoluciones políticas”, se trata el arte en la época de las revoluciones;
en el tema 4, “La época del imperialismo”, hay un apartado para la belle époque
(lo que en Vicens Vives era el arte en el cambio de siglo); y en el tema 5,
“España en el siglo XIX”, se menciona a Goya como precursor de la pintura.
El primer movimiento artístico que
aparece en Santillana es el Neoclasicismo, del que Vicens Vives prescindía. Se
le va a dedicar media página a características generales y una para el análisis
de una escultura de Thorwaldsen. Se sitúa entre finales del siglo XVIII y las
primeras décadas del XIX, siendo definido por su inspiración en los modelos de
la Antigüedad clásica, su equilibrio y su serenidad. Atiende tanto a la pintura
como a la escultura y la arquitectura, aunque dedicando a penas dos líneas a
cada disciplina. Se citan a los artistas más representativos (David, Ingres,
Canova, Thordvaldsen) pero sin incluir ejemplos de todos ellos. Como actividad
se propone buscar información sobre el cuadro La matanza de Quíos de Delacroix.
Para el Romanticismo, Santillana
dedica media página para características y una página para La libertad guiando al pueblo de Delacroix. Se presenta como un
movimiento que “surgió a finales del siglo XVIII en Gran Bretaña”, lo cual
podríamos complementar puntualizando que realmente el triunfo social del
Romanticismo hay que situarlo en torno a 1830. Se define en oposición al
racionalismo de la Ilustración y el Neoclasicismo, pero también deberíamos
precisar que son dos movimientos que conviven en el tiempo, y que podemos
hablar de pintores de formación neoclásica que muestran un cambio de
sensibilidad que anticipa aspectos del Romanticismo. Las características dadas
son similares a las de Vicens Vives: individualismo, subjetividad, expresión de
los sentimientos… Y del mismo modo, escasean imágenes (y quizás la referencia a
otros artistas), puesto que sólo se incluye una de Friedrich. La arquitectura
va a ser definida por la “recuperación del pasado medieval, sobre todo gótico”,
cuando buena parte de la arquitectura sigue siendo neoclásica.
Debemos destacar dentro de este
apartado dedicado al Romanticismo el que se nombre escritores como Lord Byron,
Walter Scott y Víctor Hugo, así como músicos como Beethoven, Brahms, Schubert y
Chopin. El defecto es que se deberían proporcionar ejemplos significativos.
También es positivo que en el capítulo 5 se incluya un artículo de Larra para
ser analizado por el alumno (biografía, contexto sociopolítico).
Respecto al Realismo, Santillana le
dedica media página y lo presenta en oposición al Romanticismo como veíamos en
Vicens Vives, con las mismas características. La escultura va a ser tratada
diciendo que “predominaron los retratos y las representaciones de las clases
trabajadoras”, algo que no se ajusta a la realidad, es complicado encontrar
ejemplos escultóricos de este tipo.
Destaca dentro de este apartado
dedicado al Realismo las referencias a la literatura y la novela, se mencionan:
Balzac, Flauvert, Stendhal, Galdós, Clarín, Pardo Bazán, Dickens, Tolstoi y
Dostoievski. En el capítulo 3, se incluye un fragmento del Oliver Twist de Dickens para ser analizado por el alumno, y en el
capítulo 5 otro de La Regenta de
Clarín, para ser relacionados con su contexto.
La belle époque tratada por
Santillana es muy similar a lo que Vicens Vives hace con el arte en el cambio
de siglo: una sucesión de movimientos y artistas imposible de resumir en una
página. Se inicia diciendo que “en el último tercio del siglo XIX comenzaron
una serie de movimientos que rompieron con la pintura figurativa”. Más que eso,
tendríamos que hablar de que hay una subversión de los valores académicos (que
se había iniciado con anterioridad): los géneros pictóricos (el tema importa
cada vez menos), los medios de expresión (el academicismo primaba el dibujo y
la composición, ahora toma protagonismo el color y la pincelada), se va
perdiendo la perspectiva clásica… En este apartado sería conveniente cortar con
el fin de siglo y no tratar de dar también las primeras vanguardias. En cuanto
la arquitectura, Santillana le dedica un cuarto de página a la arquitectura del
hierro (art nouveau, rascacielos).
Santillana le va a dedicar a Goya
una página, para remarcar su importancia como reflejo de la historia de su
tiempo y su influencia sobre movimientos posteriores. El problema es que se dan
definiciones un tanto problemáticas. Es definido como el gran genio de la época
neoclásica española, cuando en su producción podemos encontrar, según el
periodo, elementos tanto románticos como neoclásicos o rococó. Por otra parte,
se dice que tiene un uso del color casi impresionista, cuando semejante
calificativo no es el más adecuado para describir su pintura. Más útil en este
apartado es que se proponga como actividad de investigación la elaboración de
un mural presentando las principales etapas del pintor y las obras más
características.
La influencia de la prensa,
mencionada en el decreto autonómico, es tratada en Santillana en dos apartados.
En uno, analizando la publicidad como fuente histórica, vinculando su
desarrollo al crecimiento de los medios de comunicación de masas y proponiendo
el análisis de varios ejemplos. En otro, interpretando caricaturas políticas,
poniendo como ejemplo varias referidas a la Revolución Francesa. Habría que
insistir en que a lo largo del siglo XIX se pasa de un medio de comunicación de
minorías ilustradas a uno de comunicación de masas.
Propuestas de complemento
Una de las ausencias más notables de
ambos libros de texto es la de la ciencia del siglo XIX. Es cierto que se
dedica cierto espacio al desarrollo de la industria, las nuevas energías
(electricidad, petróleo) o los avances técnicos (transporte, comunicaciones),
pero sería necesario complementar con información referente a: Lamarck y Darwin
(Sobre el origen de las especies,
1859); los primeros trabajos en genética (Gregor Mendel, 1866); avances médicos
como el desarrollo de la asepsia (J. Lister, esterilización del instrumental
médico), la anestesia (éter) y la cirugía; la teoría microbiana de la
enfermedad que desplaza a explicaciones anteriores como el desequilibrio de los
humores o la teoría miasmática (Semmelweis, John Snow, Louis Pasteaur); los
avances en el conocimiento de la electricidad y el magnetismo y su vinculación
(campos electromagnéticos, J. C. Maxwell, 1861); Ramón y Cajal y la
identificación de la neurona como unidad celular del sistema nervioso; o el
desarrollo del positivismo y la aparición de nuevas ciencias como la sociología
(A. Comte).
También sería interesante dedicar un
apartado a la fotografía, que desde 1839 supone una revolución, no sólo por el
invento en sí y los avances en óptica o química que implica, sino también por
el impacto que tiene en la sociedad (en cierto sentido democratiza el retrato,
y cambia la relación del individuo con su imagen) y en el mundo del arte
(influencia recíproca).
Dentro de los distintos apartados
dedicados a las artes plásticas, se podría llamar la atención sobre el hecho de
que todos los artistas citados sean hombres, para mencionar las dificultades o
trabas que se encontraban las mujeres en su formación (dificultad para entrar
en la Academia, vetados los grandes géneros, sin acceso a las clases de
anatomía).
Conclusiones
La simplificación es excesiva ante
estos temas, sobre todo en el caso de Vicens Vives. En ambos además, hay un
marcado carácter eurocéntrico. Evidentemente estamos ante un curso de Historia,
por lo que tampoco podríamos profundizar mucho más, pero sí que se podría dar
un enfoque diferente, en el que hubiera una mayor relación entre contenidos. Al
contrario, encontramos por ejemplo en Vicens Vives imágenes ilustrando los
inicios de los capítulos sin titulo alguno, siendo ejemplos representativos del
arte del XIX. En ese sentido, es necesario un esfuerzo por parte de editoriales
y profesores en integrar arte y cultura con los temas de historia, puesto que
son parte de la misma y pueden resultar muy atractivos y útiles para los
alumnos. En ese sentido sí destacaría de Santillana las actividades propuestas
para los alumnos sobre fragmentos de obras literarias significativas para
vincularlas con un contexto histórico concreto.
Otra de las cuestiones sobre las que
se ha insistido a lo largo de este comentario es que no tiene mucho sentido que
los apartados destinados a la cultura y el arte del siglo XIX se conviertan en
un listado de nombres. Se hace necesario el empleo de un blog u otro recurso
similar para mostrar imágenes variadas y de calidad, una de las carencias de
ambos libros.
Bibliografía
-García
Sebastián, M. (2004), Limes 4 Ciencias
Sociales, Historia, Barcelona: Vicens Vives.
-Grence Ruíz, T.
(2012), Historia 4 ESO, Madrid: Santillana.
-Rosenblum, R. y
Janson, H. W. (1992), El arte del siglo
XIX, Madrid: Akal.
-Eisenman, S. F.
(2001), Historia crítica del arte del
siglo XIX, Madrid: Akal.
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