Óscar Villarroel González
Introducción
La Prehistoria es un periodo muy amplio, que abarca desde el origen de la humanidad hasta el inicio de la prehistoria. Una frase de un libro de texto lo define perfectamente:
“La prehistoria abarca el tiempo transcurrido entre la aparición de los primeros homínidos, hace unos 4,4 millones de años, y la invención de la escritura, hacia el 3250a.C” [Burgos Alonso, 2011, 142]
En algunos lugares, incluso, podríamos alargar ese periodo mucho más allá, dado que, como todos sabemos, la escritura no aparece en todos sitios a la vez y ese es el elemento que identifica a la Historia. De esta forma, nos encontramos con un periodo amplísimo de la evolución humana, caracterizado por una gran variabilidad.
Esta variabilidad se debe fundamentalmente a la gran cantidad de etapas muy diversas que atravesó el género humano o, más bien, que en su estudio desde la actualidad hemos creado. Ciertamente esas etapas se caracterizan por suponer una serie de cambios fundamentales en cómo se desarrollaba la vida de esas primeras sociedades humanas, cuando no en su misma composición.
De esta forma, al analizar la prehistoria hemos de atender a épocas tan extensas a diversas como el Paleolítico (con sus diversas épocas), el Neolítico (con la complejidad inherente a su origen y expansión), la Edad de los Metales (su origen, expansión, las diversas fases, los diversos metales...). En todos y cada uno de estos periodos, además, hay múltiples cuestiones a tener en cuenta: la evolución de las especies y sociedades humanas, la sociedad, la cultura, las formas de vida...
La cuestión es de por sí complicada, pero, además, hemos de tener en cuenta que todo esto lo analizamos en un contexto de enseñanza para el área de Geografía e Historia dentro de la enseñanza secundaria, por lo que nos encontramos con una serie de condicionantes fundamentales: los temarios, lo que nos ofrecen los libros de texto y, sobre todo, el tiempo.
Partiremos aquí de los libros de texto, viendo qué y cómo lo presentan, para después proponer una serie de modificaciones sobre cómo hasta ahora se ha enseñado este periodo.
La prehistoria en los libros de texto
Para realizar el siguiente trabajo se han analizado los libros de texto correspondientes a las editoriales Bruño [Morales Pérez, 2006] y Akal [Ayuso Ferrera, 2010], así como con el cotejo de otros como Anaya [Burgos Alonso, 2010] o SM [Fernández Bulete, 2011].
En general los libros de texto presentan todo este periodo en un espacio comprendido entre las 6 y las 24 páginas. Esto nos muestra una cierta variabilidad, lo que nos arrojará una atención muy diversa también. En este sentido la obra que se sitúa en la media es la de Bruño [Morales Pérez, 2006], si bien es la más antigua de las analizadas lo cual quiere decir que en obras más actualizadas (los libros han cambiado el año pasado) es posible que haya habido variación. Esta, en concreto, trata el tema en 10 páginas. El extremo máximo lo encontramos en Anaya [Burgos Alonso, 2010] en el que se trata pormenorizadamente a lo largo de 26 páginas, incluidas actividades de detalle, refuerzo, fomento de la lectura, conceptos... Es tal vez el más relevante de todos.
Suelen empezar los libros con el origen de la humanidad, aunque alguno, como Anaya, realiza antes una presentación del periodo mostrando las principales etapas e incluso las fuentes a través de las cuales se obtiene la información.
En general, al entrar en el origen de la humanidad se presenta de una forma bastante superficial y rápida la evolución previa, desde la aparición de la vida en la tierra, haciendo también un pequeño repaso a cómo se concebía en el pasado el origen de la vida, llegando hasta las teorías de Darwin y presentando que el conocimiento que tenemos actualmente se basa en datos que se han obtenido y son contrastables científicamente. Esto me parece relevante. Normalmente se presentan, una vez en el apartado dedicado al género humano, una muy somera evolución de las diversas especies humanas, sin hacer excesivo hincapié en ello. De nuevo la excepción es Anaya, en el que no sólo se presentan las diversas especies sino que se dan datos sobre ellas tan relevantes como la capacidad craneal y los marcos cronológicos en los que vivieron, así como su expansión por el planeta [Burgos Alonso, 2010, 144-145]. Este dato es casi único en el conjunto de los libros. De hecho, aunque se hace mención a la diferenciación del género humano, apenas se hace hincapié en ello. Buen ejemplo es Bruño, donde sólo se mencionan las especies y en una sucesión: homo habilis, erectus, neanderthal y sapiens [Morales Pérez, 2006, 161].
Al entrar ya en el periodo paleolítico nos encontramos con que habitualmente se divide el conocimiento en varios apartados: características de la sociedad y economía, formas de vida (incluyendo cuestiones de herramientas o no), creencias y cultura, y normalmente se incluye un apartado que hace referencia exclusivamente a la península ibérica. A lo largo de estos apartados se mencionan la característica de ser una sociedad que se basa en la supervivencia ante la naturaleza, donde se puede mencionar las glaciaciones, la economía recolectora-depredadora, las herramientas de piedra y hueso, el modo de vida nómada, la utilización de cuevas, la creencia en otras vidas (se mencionan los enterramientos rituales como fuente de conocimiento); y en el caso hispano se presentan los principales yacimientos, destacando Atapuerca normalmente. Es digno de reseña que al hablar de herramientas, restos, o yacimientos no se indican las especies (salvo el caso del Antecessor en Atapuerca) ni datación alguna. En este caso Anaya rompe la tónica y no amplía mucho más, salvo por la presentación de imágenes en las que se representa la talla de herramientas de piedra según la técnica achelense, aunque no se mencione.
En el neolítico nos encontramos con una presentación muy semejante en cuanto a los aspectos a los que se presta atención. Así, se pasa a definir al hombre como productor, no ya depredador. Se hace referencia en ocasiones a la existencia de cambios climáticos (fin de las glaciaciones, a veces aparece mencionada la fecha del 10.000 a.C como fecha referencial, caso de Bruño [Morales Pérez, 2006, 165]) así como al control de la naturaleza y sus ciclos por medio de la observación. Se suele mencionar Oriente Próximo como el lugar de origen, así como sus especies tanto agrícolas como ganaderas. Rara vez se menciona otro núcleo, salvo Mesoamérica en el caso de Anaya [Burgos Alonso, 2010, 150]. Se habla de la presencia de excedente, del trueque y se presentan algunos materiales como aclaración de conceptos o algún mapa de la expansión del neolítico, o imágenes sobre viviendas y formas de vida. Se mencionan los avances técnicos, indicando nuevas herramientas pero sin indicar las razones ni su utilidad. De nuevo se dedica un apartado más o menos extenso al neolítico en la Península Ibérica (de un párrafo a una doble página, aunque en este caso se comparte, caso de Anaya, con la Edad de los Metales [Burgos Alonso, 2010, 156-157). SE suelen mencionar la mayor parte de las veces los principales yacimientos, sin mayor descripción.
La Edad de los Metales sigue un esquema muy parecido: presentación de creencias y culturas, las consecuencias en la sociedad de la aparición del metal, así como la parte de la Península Ibérica. Aquí nos encontramos con una mayor riqueza en cuanto a contenido y descripción de las sociedades. Se habla de la división del trabajo, aparición de sociedades jerarquizadas (se define jerarquía incluso [Morales Pérez, 2006, 166]. También sobre las creencias mencionando la existencia de ajuares, de centros funerarios o religiosos (en el caso de Anaya se presenta, por ejemplo, una imagen sobre un centro megalítico, así como un poblado amurallado [Burgos Alonso, 2010, 152-155]. En la parte referente a la península ibérica de nuevo vemos que simplemente se presentan yacimientos, con su datación como mucho y su adscripción a un periodo u otro.
En resumen, hay una amplia variabilidad, aunque en general predomina (salvo algunas excepciones de Anaya) una falta notable de dataciones, una abundante generalización (como no indicar a qué especies se refieren algunos yacimientos o instrumentos). Esta generalización, mucho menos importante en Anaya, comienza a encontrarse en esta editorial también a partir del neolítico.
Propuestas de complemento o modificación
He procedido a separar las propuestas que hago en generales o particulares. En algunos casos hay propuestas que podrían obviarse puesto que alguno de los libros (especialmente Anaya) sí atiende a alguna de ellas (aunque no siempre, en tal caso se indicará).
Generales
Desde mi punto de vista es importante hacer hincapié en la variabilidad del periodo. Es una época susceptible de grandes cambios desde muchos puntos de vista y merece la pena que el alumno lo sepa. Así, dependemos de hallazgos arqueológicos (algo que sólo menciona Anaya [Burgos Alonso, 2010, 142]) con lo cual es variable dado que nuevos yacimientos pueden aportarnos nuevos conocimientos que modifiquen el panorama actual. De esta forma cuando se modifiquen y lo vuelvan a estudiar en años posteriores sabrán que ha sido por eso, que es lógico y plausible, y no un error del profesor.
También es necesario marcar, aunque sea someramente, la existencia de unas cronologías. No es necesario, obviamente, que los alumnos se aprendan las fechas, pero sí que sepan que existen, que hay cosas que no suceden en una generalidad sino en momentos concretos. Es necesario que comprendan la sucesión de los hechos: qué parte va delante de otra y viceversa. De esta forma podemos evitar errores de concepto. El hecho de que no se indique nada con respecto a tipos de herramienta y especies humanas podría llevar a pensar que estas son típicas de todas las especies, cuando sabemos perfectamente que no es así.
Particulares
En el origen del hombre hay que tener mucho cuidado en que lo que presentemos esté lo más actualizado posible. Para ello es necesario recurrir, aunque sea someramente, a bibliografía especializada: nosotros para preparar la clase, otra cosa es cómo se lo presentemos a ellos. Es necesario que presentemos que lo que conocemos lo sabemos por métodos científicos y que son contrastables. Las creencias se enseñan en otra asignatura. Remarcar el método científico como hacen Bruño (aunque someramente) y Anaya (indirectamente al hablar de la arqueología) es fundamental para una correcta comprensión de la historia como ciencia.
Hemos de diferenciar las diferentes especies humanas, así como las próximas a ella. Desde la división con los antropoides, indicando que hubo otras ramas evolutivas ahora desaparecidas. En este caso sólo Anaya se salva de esta crítica, pues ella al menos presenta las diversas especies y, al datarlas, presenta en cierto modo esa superposición. Lo cierto es que también necesitaría una renovación pues sólo presenta, de nuevo especies básicas como australopitecus, homo habilis, erectus, neanderthal y sapiens.
En el Neolítico es necesario evitar el eurocentrismo. Presentar el origen del neolítico solo en el foco que luego se expandirá por Europa es un error. Es necesario presentar los núcleos de China y Mesoamérica (aunque sólo sea enunciarlos). Del mismo modo, es necesario marcar lo paulatino del proceso, indicando que no todo surge de golpe: cría de distintas especies, cultivo de distintas especies... hay que mostrar las causas y efectos. No tienen por qué aprenderlo de memoria, pero que comprendan la relación causa efecto es importante: por qué se domestican unos animales en un lugar y no en otro, etc. Hay que indicar las razones de los avances, no podemos limitarnos a enumerar una serie de avances tecnológicos (nuevas herramientas). Hemos de presentárselas al hilo de los cambios de la sociedad y la economía (es la agricultura la que hace aparecer la hoz o la azada, por ejemplo). De nuevo con esas relaciones causa-efecto.
En la Edad de los Metales hemos de intentar mantener ese esquema de la variabilidad y la evolución. Normalmente se han mencionado los diversos metales, pero sin hacer referencia a que hay una sucesión entre ellos, y que van siendo trabajados por el hombre poco a poco. Del mismo modo, las capacidades de las herramientas con ellos realizados también varían, lo que conllevará cambios relevantes en la sociedad. De nuevo, con ello, reforzamos, indirectamente, la causalidad (diferenciaciones sociales por uso del metal, incremento de la producción...).
En el caso de la Península ibérica ha de intentar mostrarse siempre esa relación con el Mediterráneo, así como la adaptación al medio que sufren aquí los avances. Mencionar los yacimientos uno tras otro no tiene mucho sentido, es mejor mostrar los cambios y relacionarlo con lo ya visto.
Es planteble, en esta última parte, la posibilidad de ser reforzada la materia si se planifica una salida en unidades posteriores. En el caso de Madrid tenemos la existencia de yacimientos de la edad del hierro, así como el Museo Arqueológico que esperamos abra sus puertas pronto.
Conclusión
En general, pues, pienso que una presencia de cronologías (sin obligar a su aprendizaje), así como un refuerzo de la causalidad mejorarán el aprendizaje de tan extenso periodo por los alumnos. Es necesario, desde mi punto de vista, profundizar más en el origen de la especie humana (con sus diversidades) de lo que habitualmente se hace, puesto que hablamos, a fin de cuentas, de lo que somos.
Bibliografía
- Morales Pérez, Antonio (Coord.) (2006), Jiménez Belmonte, Mateo; Rodríguez Rodríguez, José; y Ruiz Pérez, Ricardo, Ciencias Sociales, Geografía e Historia,1º ESO, Madrid: Bruño.
- Ayuso Ferrera, Flora [2010], Hernández Úbeda, José Alfonso, Requero Martín, Marina, Tornamira Otero, Luis, Ciencias Sociales 1º ESO – Madrid, Madrid: Akal.
- Burgos Alonso, Manuel; Muñoz-Delgado y Mérida, María Concepción [2010], Ciencias Sociales. Geografía e Historia 1º ESO, Madrid: Anaya.
- Fernández Bulete, Virgilio [2011], Ciencias sociales. Geografía e Historia 1º ESO, Madrid: SM.